"Los años que han curtido la piel del añoso anciano contrastaban con su jovial sonrisa y que sumado a la privación de visión no hacían sentido en la agilidad de su desplazamiento. Desde que su figura se dejaba entrever en el umbral de la puerta, provocaba una alegría en todo el personal del local y en su andar iba saludando a cada uno del personal por su nombre. Comenzaba con la señora Gladys que estaba a cargo de la caja muy cerca del acceso, luego a don Pedro que ocupaba el corazón de la panadería, su lugar era en medio de los hornos y mesones de amasado que se podían ver desde afuera.
Luego de que el anciano hiciera su pedido, gustaba de esperar en el segundo nivel, donde pasaba esquivando las mesitas, se acomodaba donde siempre y pedía un expreso. Toda aquella agilidad nunca dejó de asombrar a doña Pepa, “debe ser porque lleva años repitiendo ésta rutina de forma diaria”, pensaba. Finalmente y para rematar su acto de destreza, se encaramaba en la pequeña escalera del fondo la que subía a la pequeña terraza, desde aquí podía “mirar el paisaje”, solía decir el anciano. Una vez arriba, luego respirar profundo y de unos segundos lograba sentir el aroma tibio del pan recién horneado, era la señal para emprender el camino de bajada.
Retiraba como siempre su preciado pan, se dirigía como siempre a la caja que lo esperaba, pagaba como siempre y aquella figura de tiempos pasados se perdía al final de la calle.
Su único gran secreto era dejarse llevar por el calor de los aromas, por los calidos vientos de los hornos, por las fragancias de los dulces de la pastelería que trepan por entre los lugares como una gran chimenea. "
Luego de que el anciano hiciera su pedido, gustaba de esperar en el segundo nivel, donde pasaba esquivando las mesitas, se acomodaba donde siempre y pedía un expreso. Toda aquella agilidad nunca dejó de asombrar a doña Pepa, “debe ser porque lleva años repitiendo ésta rutina de forma diaria”, pensaba. Finalmente y para rematar su acto de destreza, se encaramaba en la pequeña escalera del fondo la que subía a la pequeña terraza, desde aquí podía “mirar el paisaje”, solía decir el anciano. Una vez arriba, luego respirar profundo y de unos segundos lograba sentir el aroma tibio del pan recién horneado, era la señal para emprender el camino de bajada.
Retiraba como siempre su preciado pan, se dirigía como siempre a la caja que lo esperaba, pagaba como siempre y aquella figura de tiempos pasados se perdía al final de la calle.
Su único gran secreto era dejarse llevar por el calor de los aromas, por los calidos vientos de los hornos, por las fragancias de los dulces de la pastelería que trepan por entre los lugares como una gran chimenea. "
Encargo ...
Se pide pensar y diseñar una Estructura Espacial que cualifique a lo menos tres lugaridades mediante el flujo térmico del calor y un recorrido.
El calor es esa otra radiación electromagnética que comúnmente no vemos pero que inevitablemente sentimos.
El movimiento del flujo térmico que cualificará las tres lugaridades deberá tener dos lecturas; de “calefacción” para el período de invierno y de “ventilación” para el verano, las que determinaran los tres valores distintos de intensidades de las lugaridades y asociadas al programa arquitectónico.
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